De la Era de la Peste

 O, De Conversión y Duda

Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el hombre. Él se dirige al otro lado del blanco mar con la ayuda del tempestuoso viento Sur, bajo las rugientes olas avanzando, y a la más poderosa de las diosas, a la imperecedera e infatigable Tierra, la trabaja sin descanso, haciendo girar los arados año tras año, al ararla con sus mulos. 



Este tiempo, personalmente, se caracterizó por la calma fría que vino con la ruptura final de mis alianzas, que había sido presagiada por la calamidad de una peste que azotó todos los confines del Orbe. Es bien sabido ahora que su riesgo no estaba tanto en su mortalidad neta, gracias a nuestra avanzada tecnología médica, sino a su alta capacidad infecciosa, la cual la acercaría con facilidad a los sectores más vulnerables de nuestras poblaciones. 

La medida de contención empleada entonces fue u confinamiento total, las únicas salidas permitidas fueron a trabajos esenciales y compra de víveres, con lo que la Educación y otros servicios fueron localizados, así mismo las relaciones sociales, al completo artificio que representa las hazañas telemáticas de nuestra técnica: la virtualidad. La dura prueba de nuestra ya presagiada disociación total del tiempo y del espacio. 

El hombre que es hábil da caza envolviéndolos con los lazos de sus redes, a la especie de los aturdidos pájaros, y a los rebaños de agrestes fieras, y a la familia de los seres marinos. Por sus mañas se apodera del animal del campo que va a través de los montes, y unce al yugo que rodea la cerviz al caballo de espesas crines, así como al incansable toro montaraz.


Ya dicho, personalmente, esta fue una Era de Conversión, la fuerte determinación de nuestra especie, todos los esfuerzos combinados de las gentes por recuperar lo arrebatado por la naturaleza, nuestro orden: cuestionable, caótico, frágil, derrochador, el máximo productor de maldad en veces, pero nuestro, y ante el designio de los dioses, de nuevo, ha salido victorioso, ¿serán aquellos los únicos valores que representa?; fue lo que me inspiró en su momento a seguir adelante con las difíciles decisiones de un universo entero que es la vida personal. Nos pusimos al frente de la adversidad, y aún nos impusimos. Aquel fue el año donde vencimos a la peste. Juntos. 

Mientras aún, separados, nos preguntamos por los combates que se libran en el espacio de nuestro vasto Orbe, nos encontramos quizá también al borde, de la revelación de un espíritu acechante. Pues fue este el (mi) caso. Desenmascarándonos completamente, aún intento aproximarme a aquel espíritu maldito que ha seguido mis pasos, caídas, conquistas e intentos de conquista, y lamentos, sobre todo lamentos; pues ha sido él mismo el origen de toda lamentación. ¿Habrá suelta otra enfermedad mortal? La muerte silenciosa del alma que todos conocemos, menos los periodistas y los políticos.


Se enseñó a sí mismo el lenguaje y el alado pensamiento, así como las civilizadas maneras de comportarse, y también, fecundo en recursos, aprendió a esquivar bajo el cielo los dardos de los desapacibles hielos y los de las lluvias inclementes. Nada de lo por venir le encuentra falto de recursos. Sólo del Hades no tendrá escapatoria. De las enfermedades que no tenían remedio ya han discurrido posibles evasiones.



El encuentro, personal, con el choque que representó el final definitivo del confinamiento, acompañado de males varios otros. Representó más que un leve golpe más a una psique demasiado cómoda con dos años de desesperación a la inglesa, silenciosa, fue un punto de no-retorno en la asumción, de asumir, la responsabilidad con que uno carga al tomar acción. Y fue este insincero asumir lo que volvió a esta también una Era de Duda. Quizá ya no me conozco, quizá mi mundo interno se ha secado de una vez por todas, cediendo al abandono que nunca fue intencional, sólo consecuencia de seguir viviendo una vida en la que sentía poca o nula participación, en mi defensa.

Sin embargo este conflicto, esta duda que ha azotado esta y todas mis eras, puede que esté llegando al fin a su conclusión antes anhelada. Es por eso que declaro con este escrito el final simbólico de la misma. Un punto, quizá aparte, quizá final; pero ya no seguido. 


Poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la destreza, para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien. Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento. 



Insto a ti, a mí, a seguir adelante. Pues si bien no ha sido por nuestra propia mano el que tengamos carne, el estar aquí, ser lo que somos y tener a quienes nos rodean, vaya, que no somos dignos siquiera de hablar un lenguaje que hayamos hecho nosotros mismos (¿Y será todo texto un robo?), pero hay algo de lo que sí somos dueños, amos y señores somos de nuestra acción. Insto pues sólo a hacer (Y para una acción vacía de dirección, ¿quién mejor para hacer una propuesta moral que los griegos o los chinos?, vivimos ahora en una época demasiado deshonesta como para hablar de bien o mal).


Desterrado sea aquel que, debido a su osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a sentarse junto a mi hogar ni participe de mis pensamientos el que haga esto! 

¡Hagamos pues, y callémonos de una puta vez!



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