Las citas bibliográficas, y cómo cambiaron nuestra forma de leer

¡El espíritu de la positividad ha alcanzado las Humanidades! ¿O eran ciencias sociales? ¡Qué puede tener de científico el estudio de la historia! ¡Pero si la psicología es pseudociencia tratando de formalizarse, nada más! ¿Son las encuestas y las gráficas suficientes para hacer sociología? ¿Por qué necesito citar todos los textos serios en mi tarea?

La primera frase que abre este texto puede ser preocupante para algunos, sobre todo si después de seguirnos un tiempo, ve con recelo la objetivización más objetiva de las ciencias duras sobre el mundo; el factor de nihilización es algo de lo que a nuestro camarada de armas, Osvaldo, gusta de hablar. Regresando a la frase, esta no es para nada una advertencia, ni siquiera un mensaje reciente, es un recuerdo. Las humanidades fueron alcanzadas por la búsqueda de la verdad de la que se contaminaron en ese siglo del triunfo científico, el Siglo XIX. ¿No se ha molestado, o preguntado, sobre el por qué de la manía por las citas bibliográficas en los textos escolares y académicos? ¿Nunca ha pensado sobre la necesidad del académico de recordar que NADA es suyo? 

Sinceramente no le culpo si nunca se lo ha preguntado, normalmente detalles tan nimios como ese terminan por ignorarse, lo que se recuerda de un libro son las lecciones, las impresiones, algún personaje, frase o apotegma memorable, el contenido del mensaje, no los detalles estilísticos del mismo (La gente olvidará lo que les dijiste, pero no cómo las hiciste sentir). Aunque estos puedan decir mucho más sobre el autor, y sobre aquello de lo que se habla, o ayudarnos a comprender algún punto. 

Estoy irremediablemente en contra, no de las notas dentro del texto, esas notas que se ponen al pie de página, estoy en contra de la adulación del primer investigador, de la primera fuente, del exceso de citas, ¿es más importante lo que alguien haya pensado, visto, investigado o deducido antes que yo, dentro de mi propio texto? La respuesta puede parecer más que obvia para muchos, pero le pido que resalte el hecho de que el texto lo está escribiendo usted, la narración y el discurso dentro del mismo es importante en las humanidades, sea filosofía, historia, antropología, politología, u otras disciplinas. 

Y que no se me confunda, tampoco estoy buscando una anarquía académica donde las verdades puedan inventarse de la nada, pero la realidad es que fuera de la academia, eso es lo que pasa. Aún así, dentro de su jurisdicción, los académicos debería ser capaces de realizar la labor de investigación suficiente para demostrar que tal o cual cosa que se diga en sus latifundios es verdadera o falsa, y no basar la expectativa de calidad de ciencia en la cantidad de referencias que esté usando; eso habla de otra cosa, la calidad de un texto como científico depende de la erudición (o aparente erudición) del autor, y ser erudito nunca es suficiente para decir verdades. Estoy seguro de que algún otro personaje muy bien vestido, previo a mí, ha hablado o escrito con furia respecto a esto mismo, pero seamos congruentes por una vez. 


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Si usted se niega a compartir mi opinión, y ha llegado hasta aquí, no estoy buscando adoctrinarlo. Usted puede pensar lo que quiera, pero piense, por favor. Será la única manera en la que podremos discutir esta y otras cuestiones que atañen a la verdad y a todas esas cosas bonitas que defendemos, como nuestra democracia (y si no está de acuerdo, avíseme para agarrarnos a palazos afuera de la Estación Refugio).

Seguramente usted ya está pensando, si no en el origen de mi desprecio a las retribuciones, en el origen de, propiamente, esas retribuciones. Y espero que sea la segunda, puesto que hablaremos un poco de Leopold Von Ranke, el padre de la Historia moderna, pero también el padre de buscar la verdad en el pasado, ¿quién fue ese señor chistoso con mirada tierna al que llamamos Ranke? Todos los links que puede encontrar con un vistazo rápido en su buscador, coinciden en que este nace en la actual Alemania, en 1795, una bonita época de conflictos y lucha social movido por Gobiernos indiferentes al pueblo, e ideales de liberación. Muy similar a esta época, me parece. La diferencia entre ambas quizá reside en la relevancia que tenía la gran producción literaria de finales del Siglo XVIII, la gente con recursos suficientes gustaba mucho de leer ficción (no es que pudieran elegir otra cosa para divertirse), y entre estos amigüitos lectores de cuentos estaba Ranke, que había quedado fascinado con las novelas históricas de su época, como Ivanhoe o Waverley de Walter Scott, y al percatarse, seguramente decepcionado, de que este y otros escritores poco se preocupaban por la precisión histórica de sus relatos, se empeñó en buscar la verdad detrás de todo lo acontecido: entre Italia y Alemania con su libro Historia de los pueblos latinos y germánicos, que son su gran afición, puesto que una de sus aportaciones es que el conflicto de estos pueblos dio origen a Europa, todo muy dialéctico si me lo pregunta...



Y volviendo al punto de las referencias, este señor se hizo de una gran habilidad para buscar fuentes, y las plasmaba como los eruditos medievales, en pequeñas citas bajo el texto, que antes servían para interpretar de una u otra forma los evangelios; Ranke convirtió a las mismas citas en un enlace muy bueno entre lo que se habla y el objeto del que se habla; llámese una batalla, un personaje, un dato... Porque no dudo de su utilidad, sino del estatus que ha adquirido al otorgar prestigio a un documento, únicamente por la presencia de ese elemento y al exceso de estas, que desvían profundamente la atención sobre un texto y ponen una línea que separa a gran distancia al lector del autor.

Si los intelectuales se quejan de la ignorancia de la gente respecto a las ciencias, o tal o cual tema de interés, ha sido precisamente por hacerlos sentir ajenos, alienarlos del conocimiento en una carrera por demostrar quién conoce a más autores, o quién ya tiene problemas en los pulmones de tanto polvo que ha respirado en las librerías de viejo; quién cita más, quién sabe más, y claro, la objetivización del conocimiento resulta también en un único relato, una única verdad, que dicta, destruye y nadifica. ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!

Gracias por leernos.

http://notasparalectorescuriosos.blogspot.com/2011/01/de-libreros-y-lectores.html?m=1


Ya sé que les dije que diciembre sería un buen mes para el blog, pero ya está el primero, por fin me gustó suficiente para publicarlo.

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