Ser contingente en tiempos de contingencia

 Hoy me gustaría hablar de varias cosas, en un principio hablaría de aquello de lo que todos estuvieron hablando el año pasado, una contingencia que aún aqueja, pero me parecía complicado aportar algo verdaderamente útil, imposible en casi todo sentido. Nada que pudiera decir parecía acercarse a la realidad, y ese no era el único problema pues temía que además mis malabares de letras pecaran de incomprensibles. Si el cosmopolitanismo que predicamos significa algo, la capacidad de comunicar sería una de esas cosas. 


Temía que este escrito quedara tendiente a lo impersonal, que se limitara a describir, a lo técnico pero así como evitamos el academicismo, del mismo modo es sensato evitar los discursos que sólo reflejen la pura opinión. Ni muy personal ni muy académico, pues nada digno puede crearse con las limitaciones que impone cada extremo. Son un arte a su modo, artes que por ahora no estoy dispuesto a replicar.

La diferencia entre ambos estilos no radica en el texto en sí, sino en lo que está haciendo ese texto, ¿describe u opina?, tal vez haga algo más, pero igual, tanto describir como opinar "correctamente" es complicado. Realizar resúmenes de temas en especial por artículo no suele ser muy enriquecedor ni para el lector ni para el escritor, pues para uno es un acercamiento y para el otro sólo un repaso. Y yo, aspirando a un público, ¿cómo habría de resumir algo de lo que no queremos saber mucho más, y de lo que sería mejor alejarse? De cualquier modo, tampoco busco apegarme a las corrientes de opinión, ni siquiera convencerlo necesariamente de alguna postura en especial, quizá la única meta de este escrito sea el intento de interpretación estética de un panorama demasiado complejo, de un conjunto de situaciones que, en ocasiones, escapan a la comprensión.

Vaya que han sido tiempos complicados, aún para los escépticos. Pareciendo nosotros tan cómodos, rodeados por cuatro paredes y pocos lujos fuera de todos los sueños del mundo en nuestros bolsillos; nos envuelve una pesada sensación, ¿serán los sueños? No cualquiera puede permitirse ya sueños propios. Desde las pequeñas y verticales ventanas del mundo, pocas cosas parecen dignas de nuestra atención, el constante flujo de estímulos nos ha vuelto más resistentes, y siendo el aburrimiento algo indeseable desde siempre, es difícil pasar ahora un día sin mirar por una de estas.

Aquí es donde vendría la alegata sobre cómo estamos cediendo nuestros deseos ante la omnipresencia de la propaganda y la publicidad, pero usted podría preguntar, ¿cuándo no ha sido así, si siempre cedemos ante las ideas de la mayoría? Y tendría mucha razón de hacer su pregunta, es difícil imaginarnos fuera de un contexto cultural que condicione nuestros deseos y valores, fuera de una hegemonía. Conocemos bien las hegemonías del pasado, religiones, corrientes políticas, ideas que son demasiado fuertes para escaparse de ellas: justicia, igualdad, fe, libertad, salvación, patria; pero, ¿conocemos la propia? Acompáñenos a encontrar las raíces de aquello que nos tiene atados a esas ventanas del mundo, del mundo para el que somos desechables, somos contingentes.

¿Está aburrido? Temo por no aburrirle más con letras confusas, me gustaría ser claro, este tiempo lo vale. Contemos una historia de la que usted es parte. Disfrute de su aburrimiento.

Me encantaría responder a las interrogantes que planteé al final de ese escrito, pero encuentro muy difícil que alguien sea capaz de responderlas, el movimiento de los tiempos no es perfectamente predecible, la Humanidad se desenvuelve a través del flujo de sucesión de miles, o millones de eventos que son imposibles de percibir al mismo tiempo. Y eso tan sólo hablando de los eventos que conciernen a nuestra cultura, porque los eventos físicos, biológicos o cuántos aspectos más se le pudieran ocurrir, en su conjunto forman condiciones absurdamente poco probables, ¿cuál era la probabilidad de que usted abriera el enlace que lo trajo a este artículo, en el momento específico en el que lo ha hecho? 



Sin embargo está, estamos.


En otro artículo, terminamos con la pregunta de si era posible escapar del pantano nihilista en el que parecía hundirse nuestro tiempo, en el que el mercado absorbe la moral y toda crítica con ayuda del mundo digital, y antes de comentar o debatir las ideas allí plasmadas, sería útil que nos adentráramos en los orígenes del engranaje social que nos han traído hasta estos días. 

Se habla demasiado poco del periodo entreguerras para lo importante que fue, y ahora explicaremos el por qué: En los Estados Unidos, poco importaba esto de la ruptura del tejido social y otras preocupaciones que trajo la Primera Guerra Mundial, esos eran asuntos europeos. Para cuando los Estados Unidos entraron a la guerra en 1918, estaba ya a punto de concluir. La llegada de estadounidenses a Europa aceleró la derrota de Alemania, y propagó la influencia americana en Europa, y algo que fue aún peor: Su influenza, ¿recuerda la Gripe "española"

Si no ha visto el documental de El Siglo del Yo, vaya y mírelo, si tiene tiempo ya que es algo largo, dejaré el enlace al final del escrito. 

¿Conoce usted a Freud? El viejo de barbas que le hace pensar a mucha gente que la razón por la que su novia se parece un poco a su madre, es porque el niño, sin saberlo la deseaba. Son quizá reduccionismos groseros para el Sr. Freud pero aún pese a las ideas... peculiares del padre del psicoanálisis, hoy no hablaremos de Freud sino de un sobrino suyo, protagonista, difusor y actor de las ideas del tío Freud en América: Edward Bernays; Bernays no era un individuo destacable cuando formó parte de la Comisión para la Paz del final de la guerra, pero al regresar, armado con los ideales de democracia y progreso social, pronto volvería de los Estados Unidos un imperio, cuya hegemonía es patente a día de hoy.

Bernays encontró la forma por medio de la cual aseguraría la supervivencia de estos ideales en Europa, lo que el mundo conocía como propaganda, (a propósito, una palabra católica, la evangelización de paganos posterior al Siglo XVII se debió en gran medida al ministerio de Propaganda del Vaticano) Bernays era un emprendedor, y pensó que si la propaganda fue útil tanto para el esparcimiento del catolicismo, y fortalecer el odio al enemigo en las guerras, podría serlo para convertir a presidentes y reyes en héroes de masas, esto podría ser utilizado tanto para fortalecer la figura política de algún líder, o aún mejor: estimular las ventas de algún producto o servicio en tiempos de paz.



Y así fue, tan pronto como Bernays regresó a América, con apoyo del mismo presidente de los Estados Unidos, nació el Departamento de Relaciones Públicas de los Estados Unidos, sus tareas fueron varias, como el asistir a la imagen de presidentes como Coolidge para mejorar su opinión pública, estimular el consumo de cigarros por mujeres con actos simbólicos como el de las Antorchas de la Libertad, entre otros con mayor impacto económico, como el lograr disparar las acciones de la Bolsa estadounidense apoyando la compra-venta de acciones de empresas en ascenso. Podemos calificar los métodos de Bernays como oportunistas, sucios, y hasta moralmente cuestionables, pero la verdad es que fueron tremendamente efectivos.

Y volviendo a la actualidad, solemos despreciar en gran medida la influencia que tiene la propaganda mercantil (y también política) en nuestra persona y en nuestra sociedad como conjunto, así como ignoramos la influencia que ha ejercido de este lado del mundo en los últimos 100 años, y los alcances que tiene con la omnipresencia de la red en la vida común; quizá lo ignoramos porque sus motivaciones no son maquiavélicas y además sus efectos parecen positivos: aumentar el comercio suele satisfacer bien materialmente a una sociedad, da trabajo a algunos, y lo que parece aún más importante, estimulan la producción nacional que a fin de año se verá reflejada en el PIB. Y aunque nos preocupemos más por el crecimiento de la producción que por la educación de nuestros hijos, la propaganda en medios masivos puede tener consecuencias a veces impredecibles.

Las entrevistas, los anuncios con estrellas de cine, y en general una transición de la publicidad por utilidad a publicidad por sentimiento, las empresas comenzaron a concebir de manera distinta a su público, ya no satisfacerían sus necesidades, sino que apelarían a su psicología, a sus emociones, para crear necesidades. La nueva cara que le dio Bernays a la propaganda influyó enormemente en la preferencia temporal de los compradores, me explico: el propósito de la propaganda o publicidad es aprovecharse psicológicamente del público para aumentar el consumo, esto hizo que la preferencia de satisfacción a largo plazo (y esto significa: ahorro), cambiara hacia la satisfacción a corto plazo, aumentando así el consumo y cíclicamente la producción y las ganancias de los empresarios, y reduciendo el ahorro de los ciudadanos. Esto sumado a la facilidad con la que se otorgaban créditos bancarios crearon la burbuja que no sólo tiene relación, sino que causó la Gran Depresión.

Y tal vez a pesar de esto sigamos desestimando las consecuencias que tiene creer que el ser humano es fácilmente programable (aunque pueda serlo), y que es completamente ético aprovecharse de esas debilidades para favorecer un sistema que beneficia desproporcionadamente a unos pocos, pero desestimarlo no niega que ahora con este conocimiento estamos siendo cómplices de la trampa que nos atrapó hace 100 años, en el vacío que dejaron las guerras mundiales (curiosamente la segunda, también fruto de la propaganda...). 

Como conclusión quedémonos con eso, está en nosotros y en nadie más seguir haciendo viable este sistema para el que no somos más que eventualidades, seres contingentes que generan información que regresa a nosotros en publicidad para hacernos comprar basura que no necesitamos y enriquecer a gente sin escrúpulos que esclaviza niños en Bangladesh o mineros en el Congo, sólo porque nos identificamos en ese pedazo de plástico con forma de Batman, o peor aún, de alguna mona china. 

Lo más valioso que tenemos es nuestro tiempo y atención, y ellos lo saben mejor que usted. Haga valer esa atención depositándola en cosas que ame, que lo hagan hábil, que llenen la cabeza o mínimo la barriga a usted y no a los animales exóticos de los millonarios a los que enriquece con ella. 

Pero sobre todo, síganos leyendo, que aún no hemos muerto.

Gracias.








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